«La paz esté con vosotros. Esta es la paz del Cristo Resucitado, una paz desarmada y una paz desarmante, humilde y perseverante. Viene de Dios, Dios que nos ama a todos incondicionalmente». Son las primeras palabras de León XIV.
Jesús compara el Reino de Dios con un grano de mostaza, con la levadura que una mujer pone en la harina para hacer pan… Él conoce el alma humana con sus impulsos y sus abismos… No nos invita a tomar las armas, sino a hacer pequeños gestos, a «sembrar» la paz: un arte que requiere paciencia, esfuerzo, espera. Pero luego el grano de mostaza se convierte en árbol y la levadura hace un buen pan.
No nos resignemos a la guerra, cultivemos semillas de reconciliación; y elevemos hoy al Cielo el grito de la paz con las palabras de san Juan XXIII: «Todos los pueblos se abracen como hermanos y florezca y reine siempre entre ellos la tan anhelada paz» (Enc. Pacem in terris, 91).