Queridos amigos, necesitamos la luz que alumbre la inteligencia, para que no se pervierta la libertad. Y se pervierte la libertad cuando al mal lo llamamos bien, y cuando con la manipulación del lenguaje quedamos tranquilos. Pero ¿sabéis lo que ocurre? Por el eclipse de la verdad -el eclipse de la inteligencia-, por la perversión de la libertad -de la voluntad- llegamos a la oscuridad de la conciencia moral. Entonces sí, es lo peor que nos puede pasar, porque cuando uno no tiene bien formada la conciencia moral, no sabe distinguir entre el bien y el mal. Hace el mal y piensa que es el bien; pero se destruye, porque no tiene la luz de la conciencia iluminada. Es que el profeta nos molesta. Decir las cosas que yo estoy diciendo ahora no son políticamente correctas, y molestan: “Delatadlo, acusadlo, que nos deje vivir”. Y esto es una tentación constante para el profeta, para la Iglesia, que tiene la tentación de recluirse en los templos, de callar su voz, de acomodarse a los tiempos. Pero entonces traicionaríamos al Señor, que no nos ha encargado eso: nos ha encargado ser una voz que ilumine, como la Palabra de Dios, una lámpara que alumbre nuestros pasos. Que el Señor nos dé la luz y la fidelidad a Aquel que es el único Profeta, Jesucristo nuestro Señor. Mons. Juan Antonio Reig Plá