La oración es parte fundamental de la vida de los bautizados; no es libre opción de personas piadosas. Es un rasgo distintivo de los discípulos de Jesús. Sin la oración se desvanece la vida cristiana, el celo pastoral se apaga, la perseverancia en las pruebas se debilita, la fraternidad cristiana cede al egoísmo y a la rivalidad, la fe pierde vigor, la esperanza se entristece. La oración rehace de los cansancios, que muchas veces no proceden de los numerosos trabajos, sino de la desilusión producida por las manifestaciones de indiferencia de los oyentes.