En la historia del cristianismo, el siglo II no es solo el eslabón que conecta el nacimiento de la Iglesia y su institucionalización en los siglos III y IV, sino que anticipa los rasgos de su fisonomía futura.
En el interior de la Iglesia, se inicia el cambio de las estructuras y del liderazgo para salvaguardar el equilibrio entre la rica pluralidad de los distintos grupos y la unidad que ofrece una regla de fe compartida. Por
otra parte, la estima de los cristianos por los libros y la escritura hace que se asemejen más a una filosofía de vida que a una religión. En esta línea, desarrollarán una literatura apologética para defenderse y fijarán el canon de los textos que se consideran Palabra de Dios.