Una familia de emigrantes, padre, madre, dos hijos y una hija, procedentes de un poblacho pobre de la España de postguerra, emigran a Cataluña. El padre, Diego Castro, sin apenas estudios, es capaz de abrirse camino por carreteras secundarias de la economía y no le va mal. Las vías principales, claro, están ocupadas por las élites locales. Sin embargo, a pesar de la bonanza material conseguida, algo terrible sucede, algo que no conoceremos hasta el final y que impide la alegría familiar. La historia, narrada en primera persona por el benjamín de los hermanos, describe con maestría y buena letra los orígenes familiares en el campo, la dureza de la emigración a la ciudad, los cambios que se van produciendo en la sociedad de acogida y que permitirán dejar atrás la desesperanza de los recién llegados y, en fin, los obstáculos que dificultan el logro de la felicidad a la que se aspira. Entre ellos, se oculta agazapado el drama que explicará las tensiones y los fatales desencuentros en el seno familiar. El pulso narrativo y los profusos conocimientos que, como historiador, ya había demostrado José Almuedo en su novela Honrarás a tus hijos, se despliegan de nuevo en El agua de las brevas, una obra que enganchará al lector desde la primera página hasta el momento en que, leída la última, le llegue, con pesar, la hora de cerrar el libro.