La apuesta por el diálogo y su puesta en práctica forman parte de los grandes desafíos contemporáneos ante la complejidad de la convivencia humana. El diálogo permite la praxis en el ejercicio social y su estudio comprende un deber para un mejor análisis de la realidad misma. Esta es «una práctica que remite a una experiencia fundamental para nuestro ser personal en el mundo, para nuestro ser/hacernos humanos en un contexto de relacionalidad » (S. Morandini). El diálogo es una práctica que se concreta en una forma de actuar, por tanto, en una cultura; de ahí la propuesta del papa Francisco de conjugar la convivencia humana en clave de fraternidad con y desde el diálogo, como aporte al ejercicio ético-social. El diálogo, desde la perspectiva de la ética social, permite ofrecer un testimonio eficaz de valores comunes de toda la familia humana mediante el entendimiento que supera cualquier discriminación y reivindica la dignidad humana como fundamento de la realidad social.