A veces el cristiano advierte que su «vino» se acaba, desaparece la alegría, su fe se vuelve rutinaria. El autor ofrece para esos casos un itinerario basado en la escena evangélica de las bodas de Caná, donde Jesús transforma el agua en vino. Del mismo modo transforma nuestra sequedad y nuestra rutina en el mayor gozo. No es el cristianismo un conjunto de normas, sino un encuentro, un modo de vivir, mirar y amar a Dios y a los demás. A través de nueve meditaciones, el autor anima a reconocer la propia fragilidad y a dejar que Cristo llene nuestras «tinajas de piedra» (nuestras imperfecciones y carencias) con el vino nuevo de su gracia.