Mario Levrero en estado puro; una novela que apunta a las maneras de Philip K. Dick.
Gardel decía, poco más o menos, Gardel sólo quiere elevarse, que lo
dejen en paz para elevarse. Hace mucho tiempo que está atrapado en la
zona inferior, reclamado continuamente por los que escuchan sus discos y
gente como usted, que estudian su vida. Todo eso lo tira hacia abajo, ¿
comprende?, no lo deja ascender. Cada vez que alguien pone un disco de
Gardel, allá está el alma de Gardel, que ya no es Gardel, sino el alma,
el alma de Gardel, que sólo busca subir, trascenderse en un Plano
Superior, y lo tiran para abajo, lo reclaman, porque él puso mucha
fuerza en los discos, ¿sabe?, no siempre que se escucha el disco de
alguien que murió, ese alguien se siente atraído por el disco; no; sólo
unos pocos, los que ponen el alma. Magaldi, por ejemplo; Magaldi no
ponía el alma. Era un llorón, hacía mucho teatro, como que se desgarraba
y lloraba cuando cantaba, pero en realidad no ponía el alma como Gardel.
Usted escucha a Gardel, que me perdone el pobrecito por perturbarlo,
nombrándolo así, con admiración, estas cosas lo llaman hacia el Plano
Inferior, pero Gardel ponía el alma, y el alma de Gardel está en el
surco de cada disco, un poco del alma quiero decir, son pedazos que fue
dejando por la Tierra, y ahora tendría que reunirlos silenciosamente
para poder trascenderse, ¿me comprende?
Reseña:
«Más allá de su reconocible linaje nacional, de los autores con los que él mismo se vinculó, Kafka, o con los que se lo relaciona muy atinadamente, Beckett y Vian, Levrero puede situarse en la hermandad de los inconclusivos. Son los que convierten el acto de la escritura en una espiral neurótica.»
Nora Catelli, El País, Babelia